viernes, noviembre 23, 2007

VIDAS Y VIDITAS.


Vidas


I
¡Ah, las enormes avenidas del país santo, las terrazas del templo! ¿Qué ha sido del brahmán que me explicó los Proverbios? ¡Incluso veo todavía las viejas de entonces, de allá lejos! Recuerdo las horas de sol y de plata cerca de los ríos, con la mano del campo en mi hombro, y nuestras caricias de pie en las llanuras de pimienta. Un revuelo de palomas escarlatas truena alrededor de mi pensamiento. Exiliado aquí, he tenido un escenario en donde interpretar las mejores obras dramáticas de todas las literaturas. Podría revelaros las riquezas inauditas... observo la historia de los tesoros que encontrasteis. ¡Ya veo sus consecuencias! Desdeñáis mi sabiduría tanto como el caos. ¿Qué es mi nada al lado del estupor que os aguarda?

III
En un granero donde me encerraron a los doce años conocí el mundo, ilustré la comedia humana. En una bodega aprendí historia. En alguna fiesta nocturna de una ciudad del Norte encontré a todas las mujeres de los pintores antiguos. En un viejo pasadizo de París me enseñaron las ciencias clásicas. En una morada magnífica, cercada por el entero Oriente, concluí mi inmensa obra, pasé mi ilustre retiro. He braceado mi sangre. He sido dispensado de mi deber. Ni siquiera debo pensar ya en ello. Soy realmente de ultratumba, así que basta de encargos.


SONETO



Hombre de constitución normal: ¿acaso no era la carne un fruto madurando en el huerto (¡oh aquellos días niños!), el cuerpo un tesoro que prodigar, y ¡amar! El riesgo o la fuerza de Psique? La tierra tenía vertientes fértiles en príncipes y en artistas, y vuestra sangre y vuestra casta os empujaban a los crímenes y a los lutos: el mundo era vuestra fortuna y vuestro riesgo. Pero ahora, cumplida esa labor, tú, tus conjeturas, tú , tus impaciencias, no son ya sino vuestra danza y vuestra voz, ni establecidas ni tampoco forzadas, aunque (surgidas) de un doble acontecimiento inventado y exitoso (durante) una temporada, en la humanidad fraternal y discreta por el universo sin imágenes; la fuerza y el derecho reflejan la danza y la voz que sólo hoy comienzan a ser valoradas.



UNA TEMPORADA EN EL INFIERNO



Antaño, si no recuerdo mal, mi vida era un festín en el que todos los corazones se habrían, en el que vinos de todas clases fluían sin cesar.
Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas.
-Y la encontré amarga.
-Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Y huí. ¡Oh brujas, oh miseria, oh saña: sólo a vosotras os fue confiado mi tesoro!
Conseguí disipar en mi espíritu todo resto de humana esperanza. Sobre toda alegría, para estrangularla, realicé el salto sigiloso de la fiesta.
Llamé a los verdugos para morir mordiendo la culata de sus fusiles. Llamé a las plagas para así poder ahogarme en la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango. El aire del crimen me secó. Se la jugué a la locura.
Y la primavera me dio la risa horrenda del idiota.
Pero, recientemente, cuando ya estaba a punto de estirar la pata, decidí buscar la llave que me abriera las puertas del antiguo festín, en el que, quizás, recobraría el apetito.
La caridad es esa llave. -¡Esta inspirada afirmación demuestra que he estado soñando!
"Siempre serás una hiena, etc...", exclamaba el demonio que me coronó con tan amables adormideras. "Bien, gánate a pulso la muerte con todos tus apetitos, y tu egoísmo y todos los pecados capitales."
¡Bueno! Ya he tenido bastante:
-Pero, querido Satanás, se lo ruego, ¡no se irrite tanto! A la espera de esas pequeñas bajezas que no acaban de llegar, arranco, para usted que ama en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, unas cuantas hojas repelentes de mi libreta de condenado.




¡Hijo de...!
En este desierto que padezco por vuestro infortunio, he sido profetizado profeta perdido de su destino. Pero el destino aprehende más y mejor que nosotros, los humanos, y, por más profético que haya sido, igual nos alcanza a TODOS.
El Cielo teñido de púrpura es uno de mis recuerdos favoritos. A menos que seas Speedy González, es demasiado tarde para ti.
El orden es un efecto colateral del Kaos y la Nada. Su hijo necesitado de una Teletón púrpura, para volver a casa.
P.d.: Parece que nadie captó que de aquí sacó la famosilla frasesilla de "las grandes avenidas", el culiao del Allende que no salvó a nadie. De hecho se cagó a mi bisabuelo, pero esa es "otra historia". "Quien a hierro mata... se lo cagan los DC".

1 comentario:

Unknown dijo...

genial,mientras exista gente con la sencibilidad de uds.habra un reencantamiento,de vivir ....

 
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